Esta cajita llegó a mis manos llena de témpera, curtida por los años. La pintó su dueño cuando tenía doce años, y me encargó que la restaurase, añadiendo el detalle del kanji "luna" en su interior. No pude cambiar la forma de la luna, a veces hay que mantener ciertos recuerdos para que retengan la esencia de lo que algún día fueron. Lijada, pintada, decorada y barnizada, este es el resultado.
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